Opinión | Daniel Almazán | Andanzas

Así me recibió uno de los meseros del Salón Corona de Bolívar al que, asisto desde que era niño.

Por Daniel Almazán Jiménez*                            

-¡Hola! ¿Cómo estás?
-Aquí, valiendo madres.

Así me recibió uno de los meseros del Salón Corona de Bolívar al que, asisto desde que era niño.

Al llegar al Corona y ocupar mi lugar en la barra, me llamó la atención que los meseros y meseras portaban un moño negro en el hombro, mi curiosidad me ganaba y no me quedé con la duda:

-¿Por qué tienen un moñito en el hombro? Pregunté a Jaime, (amo de las torres despachadoras de cerveza y por las que muchos, nacionales y extranjeros frecuentamos el Salón Corona).

– Murió Alvarito
– ¡No mames!, respondí.

Álvaro tenía más de 40 años sirviendo en el Salón Corona y era una de las personas más famosas y valiosas de este espacio fundado en 1928 por Don José Iglesias, conocido como “Don Pepe».

El éxito de cada lugar no es tanto el producto, sino el servicio o la forma en la que te ofrecen el producto y Alvarito tenía esa virtud de saber vender, esa habilidad que seguramente, Domingo (a quien muchos conocemos como Mingo, su hermano del que siempre hablaba), le enseñó.

El Salón Corona para mí es un lugar al que, en lo particular amo; aquí me traían mis padres quienes trabajaban en la Secretaría de Hacienda, justo en un edificio que se cayó en el sismo de 1985.

Yo iba en la guardería de Hacienda y aquí me traían a comer, después, con el paso de los años en este lugar venía a esperar a mi Alma gemela y que ahora es la mamá de mis hijos (Emy y Dany). Ella trabajaba en la entonces Asamblea Legislativa y cada que pasaba por ella me hacía esperar hasta 2 horas sentado en el mármol blanco del Palacio de Bellas Artes y, aunque ahora se queja de mis nalgas planas no se da cuenta que fue por tanto tiempo que la estuve esperando a diario y durante meses sobre la histórica loza.

Salón Corona
Salón Corona

Con los meses de espera en las escalinatas del recinto cultural más importante de México, un día decidí caminar por el centro como antes lo hacía, tomando fotos, recopilando los aromas del centro, los sonidos de los organilleros, de los vendedores y, sobre todo, de los lugares emblemáticos de esta zona de la Ciudad de México y fue así como llegué al Salón Corona;y, en automático, el lugar se me hizo familiar, pues recordaba que en mis años de la guardería comía con mis papás en el centro, pero, no ubicaba en donde exactamente hasta que en esos andares por las calles del centro que caminaba capturando las luces y sombras con una cámara fotográfica antigua, Yashica, fue que volví a descubrir el lugar y no dudé en entrar.

En el lugar parecía que el tiempo se había detenido pues las cosas no habían cambiado mucho por lo que de inmediato, me llegaron flashazos de esos tiempos con mis padres, de mis comidas y aguas de sabor que me daban cuando era niño y que una de las personas que me hacía la comida sin picante era Inés, (Inecita como yo le decía y a quien reconocí y lo mejor, que al platicar con ella, me reconoció).

Otro de ellos que se me hizo como parte de mi familia era Mingo, como le decíamos los que frecuentamos este lugar pero, ahora tampoco trabaja ya ahí pues se cambió a un bar cercano al Corona. Se que hay varios meseros y cocineros valiosos, pero, no alcanzaría este espacio pare nombrarlos a todos los que trabajan y trabajaron aquí, un lugar decorado a la entrada con una secuencia de tres fotos de gran tamaño en color sepia en donde se ven los rostros desilusionados de los clientes y que quedaron capturados en el momento exacto de cuando Hugo Sánchez falló el penalti ante Paraguay en el Mundial de México 86 y que le daría la oportunidad a nuestro país de calificar a la siguiente ronda y, no lo hizo.

Salón Corona. Hugo Sánchez falla penal.
Salón Corona. Hugo Sánchez falla penal.

Un anécdota que contaban los meseros y clientes que ahí se daban cita, y digo se daban pues al haberme ausentado del lugar por varios meses, regresé y me encontré con varias novedades, pero la que sin duda más me dolió fue el fallecimiento de Álvaro Duque Sierra (Alvarito), a quien le hicieron una placa por sus más de 40 años de servicio y que al principio colgaron en las paredes pero ahora se encuentra en la vitrina que tienen en la recepción del lugar ubicado en la calle de Bolívar. La otra noticia fue que, Inecita ya tampoco estaba y aunque su caso fue por jubilación, pero la ausencia de la señora dicharachera, siempre sonriente, sociable y alegre, al igual que Domingo y Alvarito, pesa en el ambiente pues aunado a ello, los encargados hicieron cambios de todo el personal, a muchos los corrieron y otros los pasaron a otras sucursales. Incluso, cambiaron algunos muebles, entre ellos, las famosas torres despachadoras de cerveza, que todos soñamos con tener una en casa y con estos cambios, recortaron la barra de servicio.

Salón Corona, Reconocimiento a Alvarito
Salón Corona, Reconocimiento a Alvarito

La gente nueva, no digo que sea mala, es muy amable pero, no sabe la historia del Salón Corona y por lo mismo, no tienen el compromiso de preservar ese ambiente familiar y sobre todo, esa cálida recepción hacia los que frecuentan el lugar que muchos hicimos nuestro; eso se ha perdido pues desconocen a los clientes y no se dan cuenta que ellos no sólo pagan lo que consumen con dinero sino con su fidelidad a un lugar que lleva casi cien años de existencia y, que, ha sido un espacio donde se reunían celebridades. La pared donde cuelgan las fotos de ellas, atestigua la visita de artistas, deportistas, políticos y escritores y por cierto en casi todas las fotos aparece Mingo a lado de esas personalidades.

El Salón Corona también ha sido un espacio que ha recibido a las nuevas generaciones y que nunca ha pasado de moda y no creo que pase en mucho tiempo pero, creo que uno de sus desatinos fue el cambiar gente, ya que con ello, cambia el principal pilar de este lugar emblemático del Centro Histórico de la Ciudad de México como lo es, el servicio.

Salón Corona. Daniel Almazán y Damián Alcázar.
Salón Corona. Daniel Almazán y Damián Alcázar.

Sin duda, cada uno tendrá un anécdota de este lugar, vivencias habrá muchas pues el Corona, por años ha sido una para obligatoria antes de asistir a los conciertos del Zócalo o una visita necesaria para quienes desean relajarse y calmar su sed y hambre después de las marchas, manifestaciones y mítines políticos que abundan en el primer cuadro de la ciudad. Vivencias que el Salón Corona concentra y cuyas paredes han sido testigo de una parte de la historia de la capital del país por lo que, no estaría mal, que regresaran muchos empleados realmente valiosos y los encargados tuvieran más contacto con los clientes a quienes se debe el éxito de este gran Salón Corona.

Salón Corona, Cerveza en tarro
Salón Corona, Cerveza en tarro

Periodista | Twitter: @Daniel1Almazan  

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Periodista Daniel Almazán

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