Un tribunal suspendió, de nuevo, la llamada «Fiesta Brava» en la capital mexicana, tiempo suficiente para que en la plaza más grande del mundo se realizara una corrida en honor a “la libertad de la afición taurina”.

Por Daniel Almazán Jiménez*                            

Cuatro días después de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación diera el aval para el regreso de las corridas de toros a la Plaza México, un tribunal suspendió de nuevo la llamada fiesta brava en la capital mexicana, tiempo suficiente para que en la plaza más grande del mundo se realizara una corrida en honor a “la libertad de la afición taurina”.

En primera instancia, la reactivación y posterior suspensión de este espectáculo nos deja ver que al Poder Judicial le urge una reforma desde la Constitución ya que la misma ley se contradice y deja varias lagunas que son utilizadas para fines lucrativos, pues, queda claro que en el caso de la fiesta brava el dinero está pudiendo más que la justicia.

Y es que en mi opinión, la matanza de toros es un acto deleznable por decirlo suavecito ya que, si el toro pudiera decidir, estoy seguro que escogería seguir viviendo y no ser maltratado hasta la muerte.

Muchos aficionados a los toros, por no decir que son la mayoría, desconocen incluso los rituales y todo el proceso que una espectáculo de éstas dimensiones conlleva. Los significados de los trajes de luces como se les dice a los ropajes de los toreros e incluso la composición de los tercios que forman una corrida y ya ni decir del simbolismo taurino, y lo comento porque en lo particular tuve que pasar por el periodismo taurino como parte de mi formación profesional, en donde aprendí y me dí cuenta de la crueldad de los ganaderos y de los toreros, así, como de la ignorancia y prepotencia de muchos aficionados en nombre de la tauromaquia.

Y es que si tú, estimado lector, le preguntas a un aficionado a los toros sobre el sufrimiento animal, siempre te van a responder que “un toro es criado para eso y que prácticamente no sufre…”, de ese tamaño es su ignorancia y sus argumentos que intentan justificar su afán de ver sangre, como si de eso estuviera sediento nuestro país.

Escuchar bramar a los toros por el sufrimiento y por el dolor que les causa una puya de hierro enterrada en el morrillo desde la comodidad de una silla atada a un caballo es algo que deja un mal sabor de boca. Tener una banderilla en las manos y sentir el filo que cada punta tiene, te deja ver que sólo un ser carente de emociones o sentidos podría ser capaz de clavar dicha arma en el lomo del toro.

Y lo digo con la convicción de que un arma punzocortante causa dolor y heridas a cualquier ser vivo si ésta es manipulada con violencia en contra de cualquier persona o animal y por lo mismo, sufrimiento. ¿Qué a caso esto es muy complicado como para que los aficionados a los toros no lo entiendan? Sin pecar de ingenuo estoy seguro que lo saben pero, existen varias razones para no tomarlo en cuenta, y una de ellas es la arrogancia con la que llaman «arte» a la fiesta brava, cultura y tradición a la matanza de toros y en eso coincido, es una tradición ancestral y tan vieja que así se divertían en la edad media matando animales entre ellos, toros de lidia y celebrando la sangre que hoy en pleno 2024 siguen haciendo como una forma cavernícola de mostrar valor.

Cada quien puede tener las preferencias y gustos que deseen pero, en lo particular, no coincido con aquellos que en aras de sentirse superiores o de una mejor clase económica, avale y tenga gusto por una masacre de toros y peor aun, que disfrute y pague por ver desangrar y morir a un animal que no hace, nada más, que tratar de defenderse ante las provocaciones y humillaciones que hijos de puta hacen en cada faena.

Periodista | Twitter: @Daniel1Almazan  

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