Lamberto Quintero, figura controversial de Sinaloa, dejó una huella imborrable en la memoria colectiva.
Por Fausto Hernández | Reportero
El nombre de Lamberto Quintero resonó más allá de las fronteras de Sinaloa gracias a un famoso corrido interpretado por Antonio Aguilar. Este tema, que también inspiró una película en los años ochenta, narra los últimos días de Quintero. Sin embargo, los hechos reales difieren de la versión romántica que llegó a la música.
La historia detrás del corrido se remonta a las rivalidades entre las familias Quintero y Otañez Lafarga, poderosos clanes que dominaron el municipio de San Ignacio, Sinaloa. Estas disputas, marcadas por conflictos familiares y negocios ilícitos, derivaron en una serie de enfrentamientos sangrientos.
Los conflictos entre dos clanes históricos
En 1975, los Quintero comenzaron a sospechar que Ramón Otañez Lafarga colaboraba con la policía judicial. Esa percepción desencadenó una serie de ataques, incluyendo el asesinato de un aliado de los Quintero, Macario Payán, en Culiacán.
El enfrentamiento culminó con la muerte de Pedro Páez Soto, primo de Lamberto, en el aeropuerto de Culiacán. Este hecho avivó la enemistad entre ambas familias y marcó el inicio de una escalada de violencia en la región.
El último día de Lamberto Quintero
El 28 de enero de 1976, Lamberto encontró su destino en El Salado, Sinaloa. Según los relatos, una balacera con miembros de la familia Lafarga terminó con su vida y la de “El Chito” Lafarga. Gravemente herido, fue trasladado a la Clínica Santa María, en el centro de Culiacán, donde falleció poco después.
En contraste con la letra del corrido, que relata una escena de amor truncada, Glader Margarita Tapia Zazueta, su pareja, compartió una versión distinta de los hechos. Margarita narró que Lamberto llegó a su restaurante el día de su muerte tras haber tenido un enfrentamiento previo.
Testimonio de Margarita Tapia
“El 28 de enero, Lamberto llegó al restaurante, me saludó y salió a sentarse en su camioneta”, recordó Margarita Tapia Zazueta, quien convivió con él en sus últimos años. Según Margarita, unos hombres le pidieron a Quintero que se retirara para evitar más violencia en la zona.
Sin embargo, él se negó, argumentando que había prometido a la madre de Margarita que moriría en ese lugar. Margarita describió cómo Lamberto era conocido por su carácter posesivo, al punto de ahuyentar a otros hombres que se acercaban a ella en el restaurante.
Realidad vs. ficción
Contrario al corrido, Margarita explicó que no estaba platicando con Lamberto al momento de la balacera. “Yo estaba adentro del restaurante trabajando cuando escuché los disparos. Salí y lo vi intentar cubrirse tras un pilar antes de caer al suelo”, relató.
Lamberto, fiel a su estilo, mantuvo el sombrero en su lugar hasta el final. Hoy, sus restos descansan en una cripta de cristal en el panteón Jardines del Humaya, en Culiacán, un lugar emblemático para la historia sinaloense.
El legado de un personaje controvertido
La figura de Lamberto Quintero simboliza la complejidad de la vida en Sinaloa durante los años setenta. Por un lado, su historia refleja el poder de los clanes familiares; por otro, evidencia cómo la música puede idealizar figuras que en la realidad estuvieron envueltas en la violencia.
Aunque su vida estuvo marcada por conflictos y tragedias, su nombre sigue vivo gracias al arte y a los relatos populares que han trascendido generaciones. –sn–

