El Mesías les permitió verlo sentado a la diestra del Padre antes de que lo condenaran a muerte.
Por Jorge Santa Cruz
Fueron Caifás y el Sanhedrín los que condenaron a muerte a Jesús; pero fue el gobernador romano Poncio Pilatos el que autorizó el deicidio.
Caifás y el Sanhedrín dispusieron el patíbulo para Jesús porque no liberó al pueblo judío del yugo romano; Pilatos lo sentenció a muerte por miedo a los judíos que despreciaba, pero cuyas eventuales intrigas ante el César podían privarlo de su cargo.
Ciertamente, los soldados romanos que crucificaron a Jesús ignoraban que Él era el Mesías; Caifás, los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos que conformaban el Sanhedrín sí lo sabían, puesto que Jesús mismo se los confirmó
Así lo consigna San Mateo en su evangelio (26, 59-68):
Los sumos sacerdotes, y todo el Sanhedrín, buscaban un falso testimonio contra Jesús para hacerlo morir, y no lo encontraban, aunque se presentaban muchos testigos falsos. Finalmente se presentaron dos, que dijeron: «Él ha dicho: “Yo puedo demoler el templo de Dios, y en el espacio de tres días, reedificarlo”». Entonces, el sumo sacerdote se levantó y le dijo: «¿Nada respondes? ¿Qué es esto que estos dos atestiguan contra Ti?». Pero Jesús callaba. Díjole, pues, el sumo sacerdote: «Yo te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Y yo os digo: desde este momento veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre, y viniendo sobre las nubes del cielo». Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo: «¡Ha blasfemado! Qué necesidad tenemos ya de testigos. Ahora mismo vosotros habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?». Contestaron diciendo: «Merece la muerte». Entonces lo escupieron en la cara y lo golpearon, y otros lo abofetearon, diciendo: «Adivínanos, Cristo, ¿quién es el que te pego?».
Nuestro Señor les permitió verlo sentado a la diestra del Padre y les anticipó su triunfante Parusía. Lo hizo antes de que los integrantes del Sanhedrin lo condenaran a muerte, azuzados por Caifás.
A pesar de ello, porfiaron en su gravísimo pecado, el de deicidio, y se valieron de Pilato para consumarlo.
Tuvieron la oportunidad de arrepentirse, como el buen ladrón, y no lo hicieron.
* Periodista y académico universitario | @JorgeSantaCruz1
Columna anterior: La presidenta Sheinbaum confirma el talante autoritario de López Obrador
(El presente artículo se publicó de manera original en Sin Compromisos).


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