Hoy, el reto no es solo otorgar crédito, sino hacerlo con educación financiera y acompañamiento que garanticen un impacto positivo en la vida de las personas.
Por Deyanira Vázquez | Reportera
En México, abrir las puertas al sistema financiero ya no es suficiente. El verdadero reto está en lograr que más personas accedan al crédito sin caer en el sobreendeudamiento o la morosidad.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024, 37.3 % de las personas de 18 a 70 años declaró que disponía de al menos un crédito formal. Esta cifra refleja un problema estructural profundo: millones de personas permanecen fuera del radar financiero, pese a tener ingresos estables o generar recursos a través de negocios propios.
Aunque la inclusión financiera es una prioridad en México, su implementación ha expuesto nuevos desafíos. Por un lado, millones de personas siguen excluidas y por otro, muchas de las que logran incorporarse, con frecuencia lo hacen en desventaja: acceden al crédito sin contar con conocimientos básicos de educación financiera, lo que los deja expuestos a la deuda.
“La idea es construir acceso responsable y sostenible al crédito. Es decir, darle a las personas la oportunidad, pero acompañarlas para que puedan tomar decisiones más informadas”, explica Cinthia Merlos, Co-Founder y COO en Vexi, empresa que democratiza el crédito en México e impulsa su uso responsable.
Por ello, añade, el enfoque debe evolucionar hacia productos financieros que no solo sean accesibles, sino que realmente mejoren la vida de las personas. Esto implica diseñar soluciones que acompañen al usuario desde el momento en que recibe el crédito, brindándole educación financiera y herramientas digitales que promuevan una relación saludable con sus finanzas.
La inclusión financiera del futuro no debe medirse solamente por la cantidad de tarjetas emitidas, sino por el impacto que generan. Esto cobra sentido al observar que el 85% de usuarios de Vexi, que son jóvenes profesionales, estudiantes de universidades públicas y microemprendedores, utilizan su crédito para cubrir rubros como salud, educación y alimentación. Además, el 54% cuenta con un negocio propio o trabaja en la economía gig. –sn–

