Reconocen trayectoria simbólica de la fotógrafa mexicana
Por Fausto Hernández | Reportero
La fotógrafa Graciela Iturbide obtuvo el Premio Princesa de Asturias 2025 por su obra simbólica y poética. A sus 83 años, su trabajo fue reconocido por explorar la muerte desde una mirada profunda.
Graciela Iturbide, nacida en 1942 en Ciudad de México, perteneció a una familia conservadora. Contrajo matrimonio en su juventud y fue madre de tres hijos. La muerte de su hija Claudia marcó un giro en su vida y obra.
Ese episodio personal se convirtió en el núcleo emocional de su fotografía, influenciada por el duelo. En entrevistas, ha expresado que desde entonces la muerte se convirtió en un eje temático permanente.
El jurado del premio subrayó que su obra refleja una dualidad entre lo documental y lo mágico. Recalcó que sus imágenes son testimonio de la realidad social y del instante revelador.
Del cine a la imagen fija
En un inicio, Iturbide tuvo la intención de dedicarse al cine, pero halló en la fotografía su lenguaje expresivo. Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM.
Durante esa etapa, conoció al fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, quien se convirtió en su mentor. Con él aprendió a observar detenidamente y a captar escenas que revelaran la esencia humana.
Entre 1979 y 1989, creó la serie Juchitán de las Mujeres, en Oaxaca, donde retrató el matriarcado zapoteca. Sus imágenes mostraron fuerza vital, tradiciones y también la presencia de la muerte.
Fotografías como Nuestra Señora de las Iguanas o Mujer Ángel integraron un universo entre lo ritual y lo espectral. Su trabajo estableció una identidad visual única dentro de la fotografía latinoamericana.
Exploración del sufrimiento
En 2004, Iturbide accedió al baño cerrado de Frida Kahlo en la Casa Azul. Ahí fotografió objetos personales como corsés, frascos médicos y cartas.
Las imágenes revelaron el dolor físico y emocional que vivió Frida, además de reflejar el vínculo entre arte y padecimiento. Esta serie se volvió una de las más comentadas de su carrera.
La fotógrafa ha declarado que evita el color porque le parece un elemento ajeno a su visión. Prefiere el blanco y negro y la fotografía analógica por su conexión directa con la realidad.
Según el acta del jurado, su obra captura la crudeza de la vida y su poesía inherente. La combinación entre técnica y simbolismo le ha otorgado una voz artística singular.
Reconocimiento internacional
Iturbide ha presentado su trabajo en el Centro Pompidou de París, el MoMA de San Francisco y el Getty. También ha sido homenajeada con el Premio Hasselblad y el Nacional de Ciencias y Artes de México.
Ha recibido doctorados honoris causa por instituciones de Estados Unidos y Francia. Su obra ha sido tema de estudio en universidades y centros de arte contemporáneo.
Además de retratar a comunidades indígenas, ha fotografiado desiertos, rituales y arquitecturas sagradas. Su estilo se caracteriza por una mirada íntima y respetuosa de los sujetos.
Ha manifestado que fotografía como quien entra en un templo o una tumba. Para ella, la cámara funciona como una extensión espiritual de su percepción del mundo.
Visión consolidada
A lo largo de más de cinco décadas, Graciela Iturbide construyó un legado centrado en la introspección. Su trabajo fue catalogado como esencial para entender el arte latinoamericano.
Sus series han documentado cambios culturales, resistencias indígenas y expresiones simbólicas de la muerte. La crítica ha elogiado su consistencia y su evolución técnica.
Con este nuevo reconocimiento, su figura se consolida en el ámbito internacional. La Fundación Princesa de Asturias la consideró una creadora fundamental de nuestra era.
El premio será entregado en una ceremonia oficial en España, con presencia de líderes culturales. La galardonada agradeció el reconocimiento y reafirmó su compromiso con la fotografía. –sn–

