La elección en la Suprema Corte de Justicia de la Nación para elegir a su presidente Hugo Aguilar Ortiz, indígena mixteco del Estado de Oaxaca…
Por Hilda Teresita Bautista Villegas
… es el resultado de una acción novedosa y disruptiva que ha hecho resplandecer la veracidad de los principios de la 4T, donde se afirma que, “por el bien de todos, primero los pobres”.
Durante décadas en México se calificó, como “los pobres” a las personas provenientes de las comunidades indígenas.
Los pobres no son aquellos atrapados por algún vicio y que mendigan en las calles.
Los pobres son los que fueron desalojados de sus tierras y opacados en sus costumbres y tradiciones en tiempos de la conquista y que después, en el siglo XVIII siguieron siendo abusados por el país emergente en el extremo norte de nuestro territorio y, todo, a causa de que las múltiples comunidades no estaban unidas en una nación regida bajo una Asamblea Comunitaria u ordenada por una Constitución común.

“Pobres” por haber sido despojados, olvidados y marginados de todo aquello a lo que tenían derecho.
El 1 de junio, en una votación sin precedentes, y como probablemente diría con sentido del humor nuestro entrañable cabecita de algodón, “directo al corazón de lo fifi”, un porcentaje significativo del padrón electoral ha elegido como máximo representante de la SCJN a un hombre surgido de los pueblos originarios, quien, a partir de ahora, desde su altísimo rango, mostrará la esencia de la sabiduría ancestral.
Para mí es un privilegio vivir este momento histórico en el cual los paradigmas se rompen y hoy, México, con estas elecciones populares, para constituir el nuevo Poder Judicial, se sitúa como un ejemplo ante el mundo.
La innovadora convocatoria a estos comicios en nuestro país y su impactante aprobación, demuestran el deslinde masivo con la decadente ideología clasista, neoliberal y conservadora que rigió durante todo el siglo XX y parte del XXI.
Jurídicamente hablando, a partir de ahora en nuestro México se instaurará un nuevo modelo de resolución fincado en el humanismo, la razón y la búsqueda de equidad, al hablar de justicia social.
México es un país de raíces profundas, conformado por etnias multilingües que durante décadas, en el sistema de los mestizos y los blancos, carecieron de representatividad jurídica.
Un poco de historia
Por intensos que hayan sido los ataques culturales externos que pretendían sofocar la diversidad étnica, finalmente las comunidades estrecharon sus vínculos dando origen a un territorio unificado.
Y fue, cuando entró en vigor la Constitución federal de 1824, que el país se convirtió en una república federada con el nombre de: Estados Unidos Mexicanos.
La resiliencia cultural indígena fue y sigue siendo tan asombrosa que ni los intentos externos o internos por acabarla tuvieron éxito.
Tras la llegada invasiva de los españoles y posteriormente bajo la influencia ideológica e intrusiva de los Estados Unidos, estas comunidades perdieron muchísimas vidas humanas y autoridad en sus espacios, sin embargo, aferradas a sus raíces, lograron preservar su esencia.
El México de hoy, en sus comidas, mercados, festividades, cultivos y alegría, sigue conservando las fortalezas de su espíritu ancestral, diverso y exquisito.
Los intentos del PRI o del PAN por imitar de los estadounidenses el modelo económico republicano que está diseñado para favorecer a la minoría, castigando a la mayoría, tampoco consiguió arrancarle a las comunidades indígenas de nuestro país sus tradiciones y raíces y mucho menos contaminarla en sus principios.
Durante siglos, la grandeza y diversidad étnica de la región donde México surgió, mezcló su sangre y sus conocimientos madurando sus habilidades manuales, su comunión con la naturaleza o su sentido del deber.
En este momento coyuntural de cuestionamiento ideológico en el mundo entero, con orgullo y dignidad, la mayoría de los votantes, elegimos a dignos representantes de nuestras comunidades indígenas para encabezar el poder Judicial.
Al fin, nuestra nación tendrá un respiro de las malas prácticas que le robaron a México, durante tantos años, la esperanza de justicia.
La posibilidad de que los vínculos sociales entre mexicanos y mexicanas se acerquen más a una relación fincada sobre los derechos colectivos que velan por la justicia, el respeto y el progreso, más que por una competencia de humillación y despojo, es ya una realidad.
En resumen, ¡este no es solo un triunfo político, es un acto de sanación histórica adonde cada uno de nosotras podemos decidir elegir ser parte activa de la transformación!
¿Ustedes qué opinan?
Columna anterior: Inédita elección popular
• Escritora independiente. Apasionada de temas políticos, sociales y espirituales. Estudiosa de la salud holística y de la física cuántica, desarrollo personal, psicología e historia. Poeta, compositora de canciones y creadora de recetas de cocina, ¡deliciosas!


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