En los últimos meses, las acciones diplomáticas de Estados Unidos hacia México han despertado un intenso debate público.
Por Hilda Teresita Bautista Villegas
Uno de los puntos que más controversia ha generado fue la reciente liberación de Ovidio Guzmán en Estados Unidos, adonde el líder narco fue enviado, en respuesta a la solicitud expresa de su extradición por parte del gobierno norteamericano y casi inmediatamente liberado, pese a que el presidente Donald Trump, firmó en enero de 2025 una orden ejecutiva que designa a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas.
Para muchos, esto que acaba de suceder desenmascara la facilidad evidente con la que EU negocia con grupos terroristas.
La liberación del famoso narco contradice abiertamente la política de aparente mano dura hacia el crimen organizado y pone en duda la veracidad de que al gobierno de los Estados Unidos le interesa combatir el consumo de droga, por parte de su ciudadanía.
A este contexto, de incongruencia en los acuerdos de seguridad, se suma un dato clave en el mensaje “no sutil” que se envía a México con la designación de la nueva representación diplomática. El 9 de abril de 2025, el Senado estadounidense confirmó a Ronald D. Johnson como nuevo embajador en México, quien asumió el cargo el 19 de mayo, en sustitución de Ken Salazar.

Johnson es un político republicano y exembajador en el Salvador durante la anterior administración de Donald Trump (2017-2021). Anteriormente fue colaborador de la CIA y ex boina verde. Con un perfil más alineado a la visión conservadora y de “seguridad” del actual presidente, su nombramiento ha sido interpretado como parte de un viraje explícito hacia el intervencionismo, por conducto de la política diplomática estadounidense en el interior de México.
En diferentes diarios de los Estados Unidos y México apareció esta noticia:
Durante su audiencia de confirmación en el Senado, el embajador designado de los Estados Unidos en México, Ronald Johnson, sugirió que su país podría considerar acciones militares contra los cárteles en territorio mexicano, incluso sin la autorización de la presidente Claudia Sheinbaum.
Desde su llegada a nuestro país, y como parte del protocolo diplomático de su presentación oficial, Johnson ha sostenido diversas reuniones con empresarios y figuras políticas mexicanas, entre ellos Ricardo Salinas Pliego, quien es deudor de más de 74 mil millones de pesos al fisco mexicano; conocido como corruptor de jueces y ministros; además de crítico acérrimo hacia el gobierno de la cuarta transformación.
Por razones obvias, esas reuniones con personajes “específicos” como Salinas Pliego y la senadora Kenia López Rabadán, han sido interpretadas en algunos sectores como el inicio de un acercamiento “comprometido” entre el representante diplomático del gobierno de los Estados Unidos en nuestro país, con sectores opositores a la 4T. Esto genera desagrado por el propósito que se adivina tras esos vínculos, que parecen estrecharse para conectar, abiertamente y a la luz del día, las economías oscuras de ambos países.
La soberanía no es negociable
Ante las señales mixtas, -una política oficial aparentemente endurecida- pero contradicha por acciones como la liberación de Ovidio Guzmán, sumada a la designación de Ronald D. Johnson, embajador en México que ha hecho declaraciones “amenazantes”; recordemos lo dicho tantas veces por la presidenta Claudia Sheinbaum: “La Soberanía no es negociable”. Estas palabras contienen un significado extremadamente profundo que esos personajes, a los que hemos hecho referencia, no deberían tomar a la ligera.

Queda abierta la pregunta sobre la verdadera intención del gobierno estadounidense en México. ¿Estamos ante una estrategia de blofeo intimidatorio? O frente a una diplomacia torpe y poco coherente: ¿se está pretendiendo trasmitir un mensaje intervencionista?
La segunda opción no se descarta ya que las políticas arancelarias, desestabilizantes y agresivas, del presidente Trump, han dado mucho que pensar, sobre si la calidad de sus estrategias y su coherencia justifican su presencia en el cargo, debido a los grandes daños ocasionados tanto a la economía de su país, como a los mercados internacionales.
Algo en qué pensar
Difícilmente -de la noche, a la mañana- un empresario y presentador de programas de televisión, se puede convertir en un auténtico político ya que el arte de gobernar es complejo y su formación requiere de años de trabajo in situ, recorriendo los caminos, las montañas, los campos y desiertos, lado a lado con la ciudadanía, conociendo sus problemáticas y posibilidades. Y, por ultimo, un gobierno tampoco se conduce con la destreza que se requiere para planificar nuevas inversiones.
Columna anterior: Alma y cuerpo de la «cuarta transformación»
• Escritora independiente. Apasionada de temas políticos, sociales y espirituales. Estudiosa de la salud holística y de la física cuántica, desarrollo personal, psicología e historia. Poeta, compositora de canciones y creadora de recetas de cocina, ¡deliciosas!


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