Claudia Sheinbaum le hace la tarea a Clara Brugada. Este doble crimen exhibe la incapacidad de la gobernanza capitalina.
Tres meses tuvieron que pasar para que se anunciaran las primeras aprehensiones por el homicidio de Ximena Guzmán y José Muñoz, secretaria particular y asesor principal de la jefe de gobierno, respectivamente. Trece detenidos que participaron de manera indirecta, pero el tirador y los autores intelectuales siguen libres. El móvil tampoco ha sido esclarecido.
El caso, que debió quedar bajo investigación del fuero común, terminó en manos de Claudia Sheinbaum Pardo y de su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch. Otra vez la presidente tuvo que hacerle la tarea a Clara Brugada.
El doble crimen exhibió lo que ya se advertía: la incapacidad de un gobierno local atrapado en pugnas internas y sin reflejos políticos ni operativos, herencia de lo que fue el PRD, «las tribus».
Brugada parece rehén de su propio pasado político. Ella y su grupo rechazaron a Harfuch durante la contienda interna de 2023. Él ganó por más de 15 puntos la encuesta, pero la imposición presidencial terminó beneficiando a la actual mandataria capitalina.
El desprecio, sin embargo, se convirtió en ironía: el mismo policía al que menospreció fue quien le resolvió, de nuevo, un problema mayúsculo. Sin su intervención, el caso Guzmán-Muñoz seguiría empantanado en el silencio institucional.
En la política, la memoria es corta, pero los números no mienten: Harfuch obtuvo más votos que Brugada en 2024. Él rebasó los 3 millones, ella se quedó con 2 millones 888 mil.
Una jefa de Gobierno desdibujada
Brugada se ha presentado como lider fuerte, pero la realidad la muestra como mandataria frágil. En los momentos críticos, ha necesitado que Sheinbaum y Harfuch hagan lo que le corresponde.
Desde el 20 de mayo, cuando ocurrió el doble homicidio, quedó claro que la información fluyó directamente a Palacio Nacional. Harfuch fue quien informó a la presidenta, no la jefe de gobierno.
Las investigaciones se coordinaron desde la Federación: participaron la Fiscalía General de la República (FGR), el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), la Guardia Nacional (GN), la Marina y el Ejército. La Fiscalía capitalina apenas acompañó.

La lista de áreas donde a Brugada le hacen el trabajo no se limita a la seguridad. En Comunicación Social, la encargada fue enviada desde la Presidencia. Ana María Lomelí responde a Alfonso Brito, jefe de Vinculación e Información de Palacio Nacional, sin título universitario, a pesar de que la ley lo exige.
El mensaje es evidente: la administración local no tiene control ni de la seguridad ni de la política de comunicación. Dos pilares fundamentales de gobierno están intervenidos por instancias federales.
Esto mina la autoridad política de Brugada, cuya legitimidad ya había sido cuestionada por la imposición en la candidatura.
Claudia Sheinbaum asumió el costo y el control. Ordenó, coordinó y operó. Lo hizo en plena transición presidencial, y lo sigue haciendo ahora desde el poder máximo.
El problema radica en la dependencia que esto genera: una jefa de Gobierno subordinada, sin margen de maniobra, convertida en figura administrativa más que en autoridad política.
Cada vez que Palacio le resuelve un problema, Brugada pierde autonomía. Lo sabe la oposición y lo perciben incluso dentro de su propio movimiento.
A pesar de los anuncios oficiales, el crimen permanece en la impunidad. El tirador y los autores intelectuales no han sido capturados. Tampoco se conoce el motivo del ataque.
El nieto del general, Harfuch asegura que las investigaciones continúan, pero la narrativa oficial no logra ocultar la realidad: lo más importante sigue pendiente. Sin esos detenidos, no hay justicia, solo simulación de resultados.
Mientras tanto, la imagen de Brugada se erosiona. No solo por la violencia que golpea a su equipo cercano, sino por la incapacidad para responder desde su propia administración.
Brugada gobierna una ciudad compleja, pero lo hace bajo la tutela de Sheinbaum. Cada operación, cada estrategia y cada discurso decisivo provienen de Palacio Nacional.
La revocación de mandato está en el horizonte. Si no logra asumir su papel, la jefe de gobierno corre el riesgo de convertirse en una figura decorativa, sostenida únicamente por el poder presidencial.
Que le eche ganas. Porque si no, la pregunta será inevitable en el imaginario colectivo: ¿quién gobierna realmente la Ciudad de México?
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