Especialistas advierten que su consumo excesivo altera mecanismos neuronales y promueve voracidad alimentaria
Por Deyanira Vázquez | Reportera
El consumo cotidiano de productos ultraprocesados colocó al glutamato monosódico (GMS) en el centro del debate sobre salud pública y adicción alimentaria.
Especialistas alertaron que este aditivo activa zonas cerebrales asociadas al placer, lo que induce al consumidor a repetir patrones de alimentación perjudiciales.
Estudios científicos sostuvieron que el GMS tiene efectos similares a los de ciertas drogas, pues estimula de forma artificial el sistema nervioso del refuerzo.
El fenómeno se ha amplificado por el crecimiento del mercado de productos industriales, altamente cargados con este ingrediente invisible.
La industria elevó la presencia del GMS en casi todos los alimentos procesados
El glutamato monosódico se extrae de vegetales como el betabel o la caña de azúcar, aunque su sabor por sí mismo resulta desagradable.
Sin embargo, potencia otros condimentos y engaña al cerebro al hacer más receptiva la lengua, lo que transforma la experiencia sensorial al comer.
Ese efecto gustativo lo volvió un recurso clave para la industria de alimentos ultraprocesados que buscan fidelizar consumidores desde la infancia.
Actualmente, el GMS se encuentra en salsas, pizzas congeladas, embutidos, aderezos, productos cárnicos, lácteos, fideos instantáneos y panificados.
Estudios advierten de su efecto adictivo y su consumo cotidiano elevado
Una investigación de la Universidad Oberta de Catalunya, consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), reveló datos inquietantes.
El estudio “Enganchados al glutamato” expuso que el GMS aparece con más de 50 denominaciones distintas en el etiquetado nutricional.
Entre sus alias más frecuentes figuran E-621, MSG, extracto de levadura, proteína hidrolizada y caseinato de sodio o de calcio.
La ingesta promedio diaria estimada se ubicó entre cinco y doce gramos, muy por encima de lo recomendado por autoridades sanitarias internacionales.
El glutamato afecta zonas cerebrales relacionadas con el refuerzo y la recompensa
El sistema nervioso del refuerzo, involucrado en procesos de adicción, se ve alterado con la exposición continua a este aditivo alimentario.
Expertos coincidieron en que quienes consumen GMS de manera habitual tienden a desarrollar voracidad por productos que lo contienen.
Esa compulsión refuerza conductas de ingesta inadecuadas, lo que influye en la prevalencia de obesidad y trastornos metabólicos.
Los efectos no se limitan a lo psicológico: se han documentado respuestas fisiológicas inmediatas tras el consumo de alimentos con este compuesto.
El mercado global del glutamato experimentó un crecimiento exponencial
Según la firma Data Bridge Market Research, la producción mundial de GMS pasó de 200 mil toneladas en los años ochenta a tres millones actualmente.
La demanda de productos ultraprocesados empujó al alza este volumen, con una proyección de crecimiento anual del 4.9% hasta el año 2029.
El aditivo se convirtió en un insumo irrenunciable para los grandes fabricantes de comida rápida, comida empaquetada y preparaciones instantáneas.
Este auge trajo consigo un dilema: su aceptación por parte de organismos regulatorios, frente a la evidencia científica que cuestiona sus efectos.
Síntomas y reacciones adversas han sido documentadas por detractores del GMS
Diversas investigaciones médicas relacionaron el consumo elevado de glutamato con síntomas físicos como dolor de cabeza, sudoración y náuseas.
Otros reportes señalaron efectos como enrojecimiento facial, entumecimiento, debilidad muscular o molestias torácicas tras la ingesta del aditivo.
Algunos estudios también apuntaron a una posible toxicidad hepática y neuronal, aunque estos hallazgos aún generan controversia científica.
Grupos ciudadanos han exigido mayor regulación y etiquetado claro sobre su presencia en productos de consumo masivo.
Agencias internacionales avalaron el uso del GMS bajo ciertos parámetros
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Food and Drug Administration (FDA) han mantenido una postura permisiva sobre el GMS.
Ambas instituciones, junto con el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), autorizaron su uso con límites estrictos.
El consumo recomendado es de hasta 30 miligramos por kilo de peso corporal por día, lo cual representa una cantidad significativamente inferior a la habitual.
Sin embargo, la falta de información accesible en el etiquetado hace difícil para el consumidor calcular su ingesta diaria real.
El glutamato refleja un problema más amplio: la dieta globalizada ultraprocesada
El caso del GMS evidencia cómo la alimentación moderna se ha desconectado de la cocina tradicional y los alimentos naturales.
La facilidad, el sabor potenciado y el bajo costo económico de los ultraprocesados han sustituido el valor nutricional en millones de hogares.
Este cambio ha repercutido directamente en los índices de sobrepeso, obesidad y enfermedades metabólicas en todo el mundo.
En México, siete de cada diez adultos presentan exceso de peso, una tendencia que se ha vinculado con el incremento del consumo de aditivos como el glutamato.
Expertos llaman a reducir el consumo de alimentos que lo contienen
Organizaciones de salud, nutricionistas y médicos exhortaron a revisar cuidadosamente las etiquetas, evitar productos sospechosos y optar por comida natural.
También sugirieron preparar alimentos en casa, prescindir de aderezos industriales y evitar las comidas rápidas que lo contienen de manera abundante.
Recalcaron que el GMS no es el único aditivo cuestionado, pero sí uno de los más prevalentes y con efectos neurológicos más estudiados.
El debate continúa entre la industria, los reguladores y la comunidad científica sobre los riesgos reales de esta sustancia adictiva. –sn–

