El estudio del Dr. Rubén Carvajal reveló cómo el cerebro impulsa decisiones efectivas. Cerebro y liderazgo efectivo.
Por Deyanira Vázquez | Reportera
En un entorno dominado por la presión, la incertidumbre y la sobrecarga informativa, liderar bien exigió más que experiencia o carisma. Según el Dr. Rubén Carvajal, profesor de Neurociencia Aplicada en BIU University, el liderazgo efectivo comenzó con la comprensión del cerebro humano. En su estudio “Liderazgo, estrés y cerebro. Claves neurocientíficas para mejorar tu desempeño”, explicó que quien entendió su sistema nervioso lideró mejor a los demás.
Las investigaciones recientes en neurociencia aplicada al liderazgo mostraron que las decisiones, la creatividad y la gestión del estrés no dependieron solo de la personalidad o la experiencia. Estos factores respondieron a procesos biológicos que pudieron entrenarse y optimizarse. Comprenderlos permitió transformar la presión en claridad mental y la incertidumbre en oportunidad.
El Dr. Carvajal identificó cinco estrategias neurocientíficas clave para fortalecer el liderazgo bajo presión. Cada una de ellas proporcionó herramientas prácticas para aumentar el control emocional, optimizar la atención y reducir los efectos negativos del estrés crónico en entornos laborales de alta exigencia.
Control emocional y atención plena
La primera estrategia consistió en reconocer las señales fisiológicas antes de reaccionar. El estudio demostró que el estrés activó la amígdala, estructura cerebral que desencadenó respuestas automáticas y redujo la capacidad racional. “Una pausa consciente de tres segundos bastó para devolver el control a la corteza prefrontal”, explicó Carvajal, quien recomendó nombrar la emoción y realizar respiraciones profundas.
La segunda estrategia planteó activar el pensamiento deliberado en situaciones de tensión. En su publicación en Journal of Applied Cognitive Neuroscience (2024), Carvajal y Aliqkaj mostraron que los líderes que desarrollaron la atención analítica tomaron decisiones de mayor calidad. Entrenar la metacognición ayudó a evaluar mejor los escenarios y minimizar sesgos cognitivos.
La tercera estrategia se centró en reducir la carga cognitiva innecesaria. El estudio reveló que la multitarea constante consumió hasta un 40% más de tiempo y aumentó los errores. Diseñar rutinas que priorizaran lo esencial y eliminaran interrupciones permitió mejorar la eficiencia cerebral. “El liderazgo moderno trató de pensar mejor, no de hacer más”, señaló el experto.
Equipos seguros y resilientes
La cuarta estrategia se enfocó en fomentar la seguridad psicológica dentro de los equipos de trabajo. Cuando los colaboradores se sintieron escuchados y valorados, el cerebro liberó oxitocina, conocida como la “molécula de la confianza”. Según Carvajal, un entorno de respeto y reconocimiento activó los circuitos de cooperación y aumentó la productividad colectiva.
La quinta estrategia propuso transformar el estrés en energía adaptativa. El investigador explicó que el estrés no fue un enemigo, sino una señal biológica de activación. Su modulación mediante respiración diafragmática, pausas activas o ejercicio físico mejoró la concentración. La evidencia indicó que 30 minutos diarios de actividad física incrementaron el flujo sanguíneo en la corteza prefrontal.
El Dr. Carvajal concluyó que liderar bajo presión no consistió en resistir el estrés, sino en reentrenar el cerebro para convertir la tensión en propósito. Su enfoque integró ciencia, autoconocimiento y estrategia, redefiniendo los parámetros del liderazgo contemporáneo. –sn–


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